La relación con el Yeyo comenzó cuando un día de
esos me lo encontré detrás de la vidriera de una concesionaria. Fue amor a
primera vista, no sería el único. No me cansaba de admirarlo cada mañana, tarde
y noche que pasara por enfrente de la concesionaria. Claro que de a pie. Que
les quede claro que por aquellos tiempos era un peatón más de esta enorme
ciudad.